Me gustaría pertenecer al mundo.
Me gustaría salir a la calle habiendo pensado
si pega o no la camisa con la falda,
odiar los atascos,
a mi jefe
y a mi suegra,
y a los del equipo contrario.
Me gustaría que me importara
el color de las paredes,
o de las cortinas,
si mi televisión tiene más pulgadas que la tuya,
(o simplemente saber
qué coño son las pulgadas),
y qué marca es tu coche nuevo.
Me gustaría poder comer
mientras veo las noticias,
y luego ser capaz de vaciar mis párpados
mientras tiro los restos a la basura.
Y que no me quitara el sueño,
(ni los sueños)
los pecados de otros.
Me gustaría querer tener,
para eso sólo hace falta dinero.
Y envidiar tu casa, tus zapatos o tu novio.
Me gustaría ser la hija
que le hubiese gustado tener a mi madre,
que me hicieran feliz
las cosas pequeñas
y con la que poder ir a probarse trajes de novia.
O por lo menos ser,
la hija que le hubiese gustado tener a mi padre.
No pertenezco al mundo,
no soy de este mundo,
y eso,
me hace libre.

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