Ana se percató de su mediocridad ya entrada en la cuarentena. Ella que siempre había pensado que de un modo u otro terminaría por triunfar, se vio arrastrada por las circunstancias de la vida a una existencia insulsa y sospechosamente parecida a la del resto de las personas que conocía. Esta revelación le causó una breve crisis de identidad ya que, como todos, se creía única, especial en cierto modo. Pero no lo era. Como no lo era el 99% de la humanidad. Así que Ana, para paliar el sentimiento de insignificancia que se había adueñado de todo su ser, decidió esa mañana ser la mejor mediocre del mundo. Ese fue el punto exacto en el que cambió su vida.

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