Llegaron el sábado a mi puerta 2 señoras Testigos de Jehová. A mí nunca me habían intentado convencer demasiado, y eso que durante años viví en frente de una iglesia, (parece que en España no tenían tanta confianza en mi salvación).
Me invitan a una celebración porque había resucitado noséquién y yo muy amablemente les digo que es que soy atea. Que muchísimas gracias pero no.
Después de que la señora estuviera un rato intentándome convencer de que la evolución no tenía sentido porque todo el mundo ve que los monos no tienen hijos humanos 🤐, se dio cuenta de que por ahí no iba a conseguir nada.
Atacó otro frente:
- Pero Dios lo que nos da es esperanza. La idea de que vivimos con un propósito, que no hemos llegado aquí accidentalmente.
- Ya, si entiendo que es mucho mejor vivir así. Pero es que la existencia de Dios no tiene sentido para mí.
La señora flipa.
- Entonces tú crees que la vida no tiene sentido. Que no hay nada más allá.
- Efectivamente. Creo en un sentido dentro de la propia vida. No más.
- Tiene que ser muy duro vivir así.- Me dice, ya sin soberbia.
- Lo es, señora.
Lo es.

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