Tras un día frustrante de búsqueda de piso como si del Santo Grial se tratara, llegamos, bajo la lluvia, al piso sin cocina que alquilamos por internet para pasar las primeras semanas en este país. En el pulso que la vida nos tiene echado para que terminemos rindiéndonos (y en el que va ganando claramente) se nos parte la llave del portal. Mientras esperábamos al casero, muertos de frío y de cansancio, sabiendo que no nos aguardaba nada caliente que comer, me dice:
- ¡Joder! Qué contentos vamos a estar cuando podamos entrar. No nos hubiésemos puesto tan contentos si hubiéramos entrado sin más. Estos momentos te dan la oportunidad de ser felices por cosas que se dan por sentadas.
Y sonríe,
y yo, mojada hasta los huesos, no sé si matarlo o quedarme con él para siempre.
- ¡Joder! Qué contentos vamos a estar cuando podamos entrar. No nos hubiésemos puesto tan contentos si hubiéramos entrado sin más. Estos momentos te dan la oportunidad de ser felices por cosas que se dan por sentadas.
Y sonríe,
y yo, mojada hasta los huesos, no sé si matarlo o quedarme con él para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario