No entiendo como alguien
no te convirtió en poesía todavía,
ni siquiera en poema.
También es verdad que no hay muchos poemas
para hombres buenos.
Como alguien al mirarte a los ojos
no le dio por gastar
las horas y la tinta
en describirlos,
yo,
que me pasaría el día
borrando mis huellas
dibujándote en la espalda.
Cómo si alguien ha visto tu cara
a la luz del fuego
ha podido no rendirse
a dejar las maletas a un lado
y quedarse
a ver qué pasa.
Y no entiendo que alguien escuchara tu risa,
y no le dieran ganas de aprender cientos de idiomas
para mostrarte al mundo.
Porque tu risa salva.
Te lo dice alguien que se había condenado.
Que le había jurado a todas las deidades
no volver a hacerlo.
Y aquí está
llena de amor
y de miedo
a partes iguales,
lanzándose a un vacío
que no fue amable en otras ocasiones.
No entiendo si tus manos tocaron otras pieles
cómo pudieron olvidarlas,
si escucharon alguna vez tu voz,
no les dio gana
de convertirla en música.
Porque desde que te conozco
lo único que siento
es no tener más talento
para escribirte un poema de los que duran
milenios.
Y un día desde Marte al leerlo
alguien diga:
- Yo,
siento eso-
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