Podía haber suplicado que se quedara,
de nuevo,
y acariciar sus puntos débiles
para que su piel respondiera que aún era mío,
y hacerle reír,
porque la risa,
o hacerle suspirar porque los suspiros...
o quizá recordar que fue el destino
(¡y quién va a ponerse en contra del destino!)
Podría haber sacado la artillería pesada
que en el amor y la guerra ya se sabe,
y haber arrastrado mi alma hasta que su alma
cayese a mis pies
y desde el suelo construir la torre más alta desde la que caeríamos
porque caeríamos.
Pero hasta el coño estaba de poemas de amor.
Me lié un cigarro y me entregué al futuro.

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