Y cuando volví derrotada no había nadie en la estación. Esperé que el destino me pusiese delante alguna razón, como en las putas películas, pero nunca llegaron. Ni explicaciones, ni cosas mejores, ni siquiera más sabia...
Cuando me di cuenta, quizá demasiado tarde, sólo tenía dos opciones: o marchitarme a base de rencor o seguir adelante.
Y seguí adelante.
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