Ella siempre me dice que tengo suerte de haberla encontrado.
Que no es mujer de diamantes,
ni de cochazos,
ni de zapatos que cuestan tres sueldos.
Que ella prefiere uno de los libros que estuvo ojeando y dejó con un suspiro de nuevo en la estantería en el sitio aquel de libros hasta el techo en el que me tuvo dos horas. Ese del poeta del que me habló mil veces (entre otros miles de poetas). Que ese libro lo miró diferente y que yo tenía que haberme dado cuenta.
Que ella prefiere que pidamos comida (pero aquí no, que explotan a quien trabaja) y nos quedemos viendo una peli rara, pero no demasiado, que sea emocional, emocionante y con una chispa de humor inteligente. Y que termine bien, que para finales tristes ya está la vida.
Que no quiere un bolso. Que prefiere conversaciones que le abran la mente en todas las direcciones, que hagan que se enmudezca, que la dejen sin palabras y sin aliento, que remueva los cimientos de todo en lo que ha creído. Prefiere vibrar. Pero nunca la contradigas si habla de izquierda o de feminismos, porque se hace inmensa y olvida todas las tolerancias.
Ella prefiere un juego de mesa que estimule su intelecto, y que sea divertido y además tener en frente un merecido contrincante. Quiere sentirse desafiada, nunca la dejes ganar. Pero odia perder. En todos los sentidos.
Prefiere tiempo a dinero, palabras a cosas, contenido a continente.
"Que suerte tienes de haberme encontrado" Dice mientras vemos en la tele como una mujer se emociona ante una pulsera escandalosa. " Yo, que soy tan sencilla"