Nunca me gustó el verano.
Nunca he sabido qué hacer con esos días tan largos,
con los 40 grados sofocantes
que os empeñáis en decir
que eso es el buen tiempo.
No entiendo la gracia de la playa,
de la gente amontonada,
las toallas llenas de arena
y la piel pegajosa.
Ni siquiera la montaña,
los ríos atestados
de bañistas ruidosos
y el olor a barbacoa.
No me gustan las sandalias,
ni el gazpacho,
ni los festivales de música,
ni el cine al aire libre.

Yo odiaba el verano,
hasta que el calor te obligó
a quitarte la ropa.

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