Alza la copa para verterla por las vergüenzas,
las propias y ajenas,
para que su cerebro pueda volar.
Arrastra las piernas,
más allá de sus fuerzas,
sangrante los codos,
no se permite quedarse pará.
Resiste embestidas,
duerme a deshoras,
calla saberes,
calla y no otorga.
Castiga la rabia
mordiéndose el labio,
necesita un abrazo...
pero nunca los da,
no vaya a ser que rompan su armadura
y alguien descubra
quién es en realidad.



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